Educación
Por Osvaldo Soto , 30 de julio de 2020

118 años de la masonería en el sur: ¡Qué nos encuentren confesados!

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Hotel Castaing, establecimiento hotelero ubicado en la Avenida Arturo Prat, con la calle San Carlos, al lado del río junto al muelle y Aduana.
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En Los Ríos existen 6 logias vinculadas a la Gran Logia de Chile: cinco en Valdivia y una en La Unión. La influencia de orígenes abarca todo el sur-austral del país. Reportaje de Abel Manríquez Machuca, investigador histórico.

¡Qué nos encuentren confesados! 

Los francmasones (“constructores” o “albañiles” libres) o más abreviado, masones, están de fiesta intramuros regional. El martes último, 28 de julio, la Masonería del sur de Chile cumplió ¡118 años! 

Y no nos habíamos dado ni cuenta…bueno al fin y al cabo es una institución hermética (más bien discreta se menciona en estos tiempos). 

La celebración –se supo- fue ayer, día 29 de julio, organizada “contra viento y marea” en una circunstancia de pandemia del Covid-19, pero…sin gestos ni saludos, aplicando estricta distancia. Se efectuó en una “telecámara” o una reunión teledistante mediante aplicación digital. Tampoco trabajaron bajo el hermoso cielo estrellado solsticial de invierno, de su templo en la ciudad. Cada participante “asistió” desde su casa. Los “toques misteriosos” fueron reemplazados por los tics en el mouse y la atención a un entorno de pantalla de notebook o de teléfono celular. 

A través de la “magia” informática, participó “en vivo y en directo”, sin traslado material, y desde Santiago, el Gran Maestro de la Gran Logia de Chile, Sebastián Jans Pérez, a quien se le tele-invitó especialmente. 

HA PASADO AGUA

En más de un siglo de existencia ha pasado buena agua “bajo el puente” en la presencia masónica regional. En la historiografía pública valdiviana nunca el tema de la Masonería  ha sido abordado, exceptuando mínimas alusiones. Como si dicha entidad –esencialmente humanista, tolerante, laicista y fraternal, solidaria- transcurriera en unas catacumbas y sus integrantes se encontrarán en un limbo. Mucho secretismo o “ninguneo chilensis”.

Llegamos a Valdivia –este autor en 1977-. Nos advirtieron, funcionarios de la Universidad Austral de Chile: “Ojo, cuidado, su jefe es masón”; habladuría acerca de un modelo de persona. 

En realidad, nos vimos obligados a precavernos de otros y otras, por un entorno de autoritarismo reinante en el mundo del Libertas Capitur (“la Libertad se conquista”). Es la “pura y santa”. 

Algunas autoridades históricas de la UACH, afirmaban con tono infalible y docto: “Los masones nunca han hecho nada por esta universidad”. Frío, frío, porque basta con un solo nombre: Don Carlos Ibáñez del Campo, Presidente de la República, ya antiguo hombre de mandil simbólico entonces. Instaló a la Universidad Austral y se convirtió en su primer Doctor Honoris Causa en la misma ceremonia.

En el contexto de la época, años’50 del siglo XX, únicamente el Estado o la Iglesia tenían capacidad suficiente para dar vida a instituciones de educación superior. El anhelo valdiviano, impulsado por el estoico, resistente, incansable Dr. Eduardo Morales Miranda, alcanzó éxito, en mucho de mucho,  por el apoyo favorablemente desequilibrante que recibió de la máxima autoridad del Estado. 

Y, -¡Oh!-, Ibáñez, a la vez que era masón sin jugar a las escondidas, dejaba perplejos a los cazadores de brujas y  supersticiosos, porque en su escritorio lucía visible una miniatura de la Virgen, que con agrado acomodaba delicadamente. “Ella me ilumina”, decía. Sin duda, recibía la Luz por partida doble. 

ABRIENDO EL VISILLO

Como han sido días de aniversario y nadie debe enojarse, vamos a “descorrer el velo” o al menos “abrir el visillo” de la leyenda o mito fundacional –toda entidad tiene algo así-, de la primera piedra en el inicio de la Masonería Valdiviana. 

Pasamos a “golpear las puertas” del pasado para entrar a ese ayer que comenzó con la fundación de la Respetable Logia “Luz y Trabajo”, que llevaría agregado el N°32.

Fue el 28 de julio de 1902. 

Una reunión de maestros masones esparcidos por la provincia, convocados, discretamente, para dar vida a una logia en Valdivia, la primera en todo el territorio chileno desde la zona más al sur de Concepción hasta Punta Arenas. 

El lugar, el Hotel Castaing, en los altos más precisamente. Un establecimiento hotelero ubicado en la Avenida Arturo Prat, con la calle San Carlos, al lado del río junto al muelle y Aduana. 

Eso es, hoy, en la extensión hacia el río de la Ilustrísima Corte de Apelaciones y posiblemente parte de la zona misma de ese hoy solemne templo de la Justicia (simbolizada en una diosa y en el icónico mazo o mallete magistral). Don Luis Castaing, el dueño de casa, era un Iniciado entusiasta,   altamente querido y respetado en la comunidad. Hotelero refinado (de origen francés) especialmente cordial, con una personalidad tan dulce como su repostería, emprendimiento adicional en que era lejos lo mejor de la provincia. 

INVITACION Y CONVOCATORIA

La invitación la cursó el muy conocido y apreciado “ingeniero alemán” en la zona. Hombre a carta cabal, Ernesto Thomann, jefe (por parte del Estado) de la construcción del ferrocarril en el último tramo longitudinal Loncoche-Antilhue, 

Thoman era, en privado (sin ostentación ni proclama), un gran benefactor de obras de caridad católicas y sacaba de apuros en ello a Fray Cosme de San Ignacio, vicario y párroco de Valdivia, como lo dijo el mismo religioso cuando el ingeniero murió sorpresivamente en 1905. El padre, lo contó en un templo católico repleto y alarmado. Fue en una misa de domingo, a la cual convocó especialmente para fustigar con anatemas a la Masonería, pero reconociendo el generoso apoyo del extinto, explicando que su sermón no era personal. 

Un redactor de El Correo de Valdivia reporteó in situ. Escribió desilusionado porque escuchó amplias afirmaciones y conceptos pero nada realmente concreto. Le pareció que no hubo ninguna “prueba al canto”. Dejó constancia que los feligreses casi tiritaban apretujados y esperaban algo más. 

De acuerdo con “el deber de católico”, el religioso había hecho amplio llamado y advertencia (inserciones pagadas en la prensa, al lado de los avisos mortuorios) de que ningún seguidor de la fe católica podía participar en nada relacionado con la “secta de los masones”, bajo pena de castigo eclesial. 

El vecino Carlos Hayler, que se automencionó como parte  de una “estricta familia católica” y conocido del señor Thomann, estampó muy sentidas condolencias a la logia “Luz y Trabajo” y añadió que lo hacía bajo enérgica protesta “contra la desalmada e impropia manifestación del cura párroco de esta ciudad”. Lo registró –de nuevo- El Correo de Valdivia. 

Las inserciones  de advertencia a los católicos de Fray Cosme tuvieron mucho del efecto común hacia lo prohibido. Ocurrió un verdadero y gran “no se oye…” Se escuchó pero no se obedeció. 

Como informó el diario ya mencionado: asistieron al funeral del masón Thoman, al menos: ¡Cuatro mil almas! 

Eso fue como la cuarta parte o más de toda la población comunal. No se conoce otro sepelio que haya tenido tanta concurrencia en toda la historia regional. 

El cortejo partió desde el centro, calle Chacabuco, al Cementerio Alemán, de noche, el féretro rodeado por los hermanos, multitudes de a pie, dos bandas y música solemne, antorchas encendidas, todo en impecable columna. 

EL HERMANO Y PROTESTANTE

Para la reunión de julio de 1902, el señor Thoman envió esquela por encargo del querido hermano con más trayectoria en la Orden en el sur-austral de Chile a comienzos del siglo XX: Luis Rudloff  Sangmeister, de la colonia alemana. 

Rudloff, gran empresario de calzado y curtiembre, político, se destacaba en su rubro y en la administración municipal. Siendo alcalde había organizado eficientemente a la Municipalidad y la había entregado con saldo a favor (en nuestros tiempos eso sería un “milagro”). 

Algo no menor, era el presidente (fundador además) de la Iglesia Luterana de Valdivia. Modelo de patrón, generoso y bondadoso ciudadano, de gran rectitud, alcanzó el grado 33° y último de la Francmasonería (rito escocés antiguo y aceptado). Cuando falleció o “pasó a decorar el oriente eterno” tuvo dos ceremoniosos honores de últimos adiós, pues hasta el cierre de su vida fue “doble militante” ejemplar: masón y luterano.

(La Masonería Moderna ha sido atractiva –y la han influido en los comienzos, pero no los únicos- para destacados protestantes, por coincidencia en anhelos tan grandes como la libertad de conciencia y de pensamiento, junto a la neutralidad del Estado frente a las creencias religiosas. 

Sin más vueltas, los 11 participantes fundacionales, lo eligieron presidente. En términos de la Masonería eso es = Venerable Maestro. 

Y  OTROS MAS

Otro participante fue el abogado César Augusto Sanhueza Fuentealba, dedicado juez en La Unión, de quien se comenta que venía a las reuniones en Valdivia, de a caballo (en directo, “sin escalas”, se salía de muy temprano y se llegaba al oscurecer). 

Por 1908-1909 fue candidato a diputado y en el diario El Correo de Valdivia lo atacaron con todo. Le pusieron el mote de “el juez candidato”,  de las reuniones de adherentes escribían que eran “machitunes” electorales, y que no le servirían para nada. Los “machitunes” tuvieron efecto igual. (Triunfó, lo eligieron los ciudadanos y el balmacedismo; fue el mejor tapabocas para esas “objetivas notas periodísticas”). 

Se sumó al grupo un brillante y joven militar, el capitán Enrique Chandler, de la rama de artillería. En 1899 había sido integrante de la primera misión militar chilena para la modernización e instrucción del Ejército de la República del Ecuador. Retornó antes del período por haber enfermado gravemente. De hecho, falleció en 1905, en Santiago. Aunque militar de esos tiempos, tenía bastante de lo que hoy denominamos “habilidades blandas”.

En un libro sobre el general Carlos Ibáñez del Campo, se menciona que en la Escuela Militar tuvo como instructor a Chandler, teniente entonces. 

Entre los reunidos hubo un comerciante valdiviano, Enrique Baumbach. Hasta ahora hay escasos antecedentes de él, pero de seguro que sus habilidades mercantiles hicieron que en la primera oficialidad o directiva, le nombraran tesorero. 

LA “BRISA DEL SUR”

La Armada, la histórica Marina de Guerra de Chile, también estuvo presente en esa reunión fundacional masónica, a través de Simón Ramm, oficial, un distinguido integrante de la comunidad alemana local. Había participado ampliamente en acciones durante la Guerra del Pacífico. Hemos visto una fotografía suya, de uniforme, en que parece poco menos que un almirante por su distinción y estampa. 

Notable hallazgo la vinculación de Ramm, sobre todo porque en nuestra historia más cercana, el almirante José Toribio Merino tenía toda clase de prejuicios hacia la Francmasonería,  y les hizo llover sobre mojado, para “desaparecer” o “submarinearse”. 

A pesar que el tan admirado histórico almirante Juan José Latorre, también lo fue y muy destacado táctico naval (superior a todos, después de Cochrane), luego honesto político. Mientras que en respecto a Arturo Prat, fue decisivo en su formación y apoyo económico el tío Jacinto Chacón, indiscutido líder masónico de Valparaíso, escritor religioso, asimismo padrastro de Luis Uribe Orrego. 

Si hasta el noble y respetable enemigo de 1879, Miguel Grau Seminario, fue masón en su patria, el Perú.

Los datos igualmente nos llevan a la concurrencia para erigir una logia en Valdivia de un segundo empresario hotelero, Juan Shur, propietario del Hotel Kosmos en el puerto de Corral. No sabemos más de él. Una situación más pobre de información, incluso, es acerca del ingeniero Emilio Langlois, que estuvo en la cita y asumió responsabilidades. 

Desde el ámbito más artístico-comunicacional de aquellos tiempos, provino la asistencia de Fernando Valck, fotógrafo, integrante de una dinastía sureña de un oficio-arte que en los primeros pasos del siglo XX tenía un impacto intenso tanto como prestigio. Los Valck son gran parte de la historia “clásica” de la fotografía en la región. 

DOCENCIA Y BELLEZA

Finalmente, y como siempre en la misma institución se destacan a la docencia y la belleza, el 28 de julio de 1902 ello estuvo representado por el profesor de música José Cardullo, que era o había sido director de la afamada banda instrumental local “Jaegerchorps”. No vivió mucho después y fue el primero del grupo fundador en irse “a decorar” el oriente eterno. 

Y como es desde lejano aquello de la poca remuneración de los docentes en Chile y de los malos retiros; fueron sus hermanos de logia quienes asumieron los costos de los funerales y sepultación. 

El profesor Cardullo, según indicios que tenemos, habría sido tocado por las persecuciones a los balmacedistas luego del triunfo de la revolución liderada por los llamados congresistas en 1891, la guerra civil. Algo similar le pasó al magistrado y abogado César Sanhueza. Y el ingeniero Thomann tenía aprecio y admiración por el Presidente José Manuel Balmaceda. Las actuaciones y apoyo al liberalismo de orientación balmacedista que hemos encontrado en gestos de Luis Rudloff Sangmeister, nos llevan a presumir la misma tendencia. 

LUZ Y TRABAJO, ¿POR QUE?

Con la fundación de la primera logia quedó establecida una primera grada. Desde ese acontecimiento, por influencia o presencia, se fueron creando otras logias en un espacio territorial que hoy abarca desde la Región de la Araucanía a la de Magallanes. 

Los creadores de “Luz y Trabajo” barajaron antes varios nombres para “bautizar” a su agrupación esotérica.  Consideraron lo de “ Luz”, porque desde ese instante llegaba a estas tierras australes la “luz de la razón y el conocimiento masónico”. Y “Trabajo” porque nacía en esta ciudad (Valdivia) al  margen de un hermoso río,  caracterizadapor su empuje industrial y desarrollo merced al esfuerzo humano. 

En la actualidad, regionalmente,  existen otras cuatro logias en Valdivia: “Valdivia” N°108; “Hermógenes del Canto Aguirre” N°132; “Alquimia” N°155, y,  “Kimün” N°236. En La Unión está la “Unión y Tolerancia” N°44. En los últimos años –en otra línea masónica-emergió localmente la Masonería Femenina con entusiasmo y energía. 

Ahora es para preguntarse, ¿y aportes? 

Depende cómo se mire el tema. 

La literatura masónica y sus principios establecen que básicamente la entidad recibe, forma, educa y disciplina a sus integrantes, “hombres buenos que los hace mejores”,  para que ellos –en su actuar propio en la sociedad- desarrollen una acción bienhechora con una conducta superior a la ordinaria.

Su forma institucional de expresarse en el desarrollo social no es la de actuaciones de conjunto o de grupo, si bien no se excluye del todo. Diversas entidades muy tradicionalmente valdivianas, fueron creadas o apoyadas por la Masonería o sus integrantes. 

NO IMPONE

A los miembros de la Masonería no se les impone ni se les prohíbe creencias religiosas, tampoco políticas. Respetan las leyes, así como los emblemas y símbolos patrios.

Así hoy, indagando con cuidado, nos encontraremos, en el país, con situaciones muy inexplicables para lo común acostumbrado de opuestos: políticos masones de gobierno, por un lado, y otros opositores, en la vereda del frente. Blanco y negro, e igual algunos grises.

Asimismo una instancia donde comparten creyentes, agnósticos, positivistas, ateos y escépticos. O bien, el encuentro, en igualdad, de personas de oficios (un gasfíter, un artesano), comerciantes, uniformados, y, profesionales, en amplio espectro. 

En sus instancias, es una armonía de personas muy difícil de imaginar para el resto de la gente. Con presencia en buena parte del mundo pese a ser pocos (el objetivo no es cantidad), reconociéndose y habitualmente acogiéndose. 

Para los entendidos, el aporte histórico hay que indagarlo a través de los que han participado en esta Orden, uno a uno. Una gran búsqueda. 

En nuestra región o vinculados con ella, tendríamos que encontrar esa contribución, entre muchos, a través de los ya mencionados fundadores y luego: Presidente Pedro Montt (Valdivia lo candidateó); Armando Robles Rivera, José Miguel Varela Valencia (el hoy conocido “veterano de tres guerras”, civil-militar balmacedista), Walter Schmidt Roestel, Ludóvico Barra, Pedro Castelblanco Agüero (notable diputado radical, bombero), Luis Segundo Rudloff Schmidt, Abraham Montealegre… y más. 

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Nota. En nuestro título hemos tomado una frase del libro de monseñor José María Caro (escrito antes de ser el primer cardenal en la historia de Chile), titulado “El misterio de la masonería: descorriendo el velo”, obra que conocemos “de pé a pá” y cuyo resultado es de sesgo. El masón y Presidente de Chile, radical, Juan Antonio Ríos, se lo hizo presente al propio ya cardenal Caro, diciéndole en conversación que estaba en error. Ambos personeros mantuvieron buenas relaciones de confianza y respeto. Y fueron políticos masones –paradoja de la tolerancia- los que más empujaron el nombramiento de un Cardenal para Chile. 

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Artículo escrito por el periodista Abel Manríquez Machuca, investigador histórico.
 

E. Thomann
Luis Rudloff S.
Luis Castaing

 

Símbolos masónicos.

 

 

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