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Ya han pasado 30 años desde que Dilber Burgos Gavilán dio los primeros pasos en el oficio de tipógrafo y hoy es dueño de la última imprenta que sobrevive en La Unión.
Sus maestros fueron todos los antiguos representantes del rubro que tenían imprentas en la ciudad, cuando la era digital aún estaba distante.
En conversación con Diario La Unión, Dilber cuenta que primero trabajó de ayudante en la imprenta Esmeralda, donde aprendió encuadernación. Luego se fue a trabajar a la imprenta Unión y finalmente fue parte de la imprenta Astor, donde permaneció 20 años hasta independizarse.
Dilber relata que entremedio “trabajé también con quienes elaboraban el diario La Unión. Ellos se amanecían escribiendo el diario letra por letra. Y quedaba como caía no más. No había tiempo para corregir. Se hacía el diario a mano y se demoraba una noche entera en hacer dos planas”.
De esos años, Dilber recuerda que “trabajé con tres o cuatro maestros antiguos. Uno de Osorno y otro de Valdivia también y ellos me enseñaron harto a trabajar en la tipografía, que era bonito”.
Afirma que este oficio “es un arte”.
“Es como armar un rompecabezas. Vas escribiendo al revés. De primera cuesta, pero después uno se acostumbra a trabajar en los cajones, armando palabras, apretando. Era algo bonito, pero ya está obsoleto”, reconoce.
Tras sus 20 años en Imprenta Astor, Dilber Burgos llegó a acuerdo con sus jefes y en parte de pago le pasaron esas máquinas antiguas: la prensa alemana del año 1970, semiautomática, la guillotina y otra más.
“Arrendé este local y empecé a trabajar. La idea era mantener estas máquinas, porque siempre queda algo análogo por hacer” afirma.
Argumenta que “siempre hay empresas que trabajan con talonarios, como Chilepanel, la municipalidad y Colun. La gente del campo también necesita, porque en muchos lugares no hay señal de internet y los agricultores aún trabajan con guías de despacho”.
Junto con asegurar que “el papel nunca va a morir”, expresa que ya “no trabajo mucho la tipografía, porque ya no se usa, y ya aprendí a trabajar en computación”.
Adecuándose a los tiempos Dilber asume que actualmente “todo es más rápido y el computador facilita demasiado el trabajo”.
Compara ambas técnicas con un ejemplo: “un molde de tamaño carta en tipografía se demoraba un día completo. Ahora en el computador en media hora tienes ese diseño listo”.
Por lo mismo, Dilber ya cuenta con un computador, una impresora multifuncional, una fotocopiadora y una duplicadora y afirma que “tuve que modernizarme e irme al lado digital”.
En medio de esta dicotomía, la suya se ha transformado en la última imprenta que queda en La Unión y además con máquinas antiguas con las que sigue elaborando material en papel.
Por eso es una imprenta que se niega a morir y Dilber tiene la responsabilidad de ser el último tipógrafo en la comuna y quizás en la región. A esta altura, un honor que pocos pueden ostentar.
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